Artículo publicado en el periódico Cronista el lunes 21 de mayo de 2018.
El mercado internacional le avisó a la Argentina que no está dispuesto a seguir financiando un déficit de cuenta corriente del balance de pagos y la acumulación de activos externos que los argentinos vienen realizando de la magnitud actual.
La política económica dictada desde el BC, que priorizó la lucha antiinflacionaria atrasando el tipo de cambio y manteniendo altas tasas de interés, nominales y reales, para sostener la demanda de pesos, mostró su inviabilidad. El intento del 28 de diciembre del año pasado por modificar esta política y sus efectos más tóxicos no lo logró. La corrida cambiaria fue su evidencia.
La corrección del tipo de cambio que forzó el mercado con una devaluación del 25 %, una dotación de reservas internacionales razonable, el fuerte aumento de la tasa de interés y el anuncio de las negociaciones con el FMI, prestamista de última instancia en materia de divisas, parecen haber parado la hemorragia de dólares.
Pero si no se cambian aspectos sustantivos de lo que se viene realizando en materia de política económica, en particular en el campo monetario-cambiario, el pre-aviso del mercado se hará realidad. La política de metas de inflación debe ser archivada en pos de una visión más holística que tenga en cuenta principalmente la competitividad de la economía, además del nivel de actividad.
La mejora del tipo de cambio real (TCR) debe ser defendida con políticas integrales de ingreso para bajar las expectativas y la inercia inflacionaria y evitar que el traspaso a precios la licue. No solo se debe balizar la pauta salarial sino también debe prestarse atención a los formadores de precio. Nada justifica esa asimetría de tratamiento a dos componentes esenciales de la economía de mercado: precios y salarios. Se puede decir que ambos se determinan en mercados en los que actúan actores con poder de negociación, sindicatos y empresas oligopólicas, en los que las expectativas juegan un rol importante.
El gobierno debe mirar de cerca no solo las cuentas fiscales sino, principalmente, la evolución de las cuentas externas. Al necesario programa de reducción del déficit fiscal que viene ejecutando con eficacia, debe adosar otro de ataque al déficit externo. Es cierto que ambos déficit tienen vasos comunicantes pero, también, tienen determinantes propios. Para acelerar la convergencia fiscal habría que evaluar medidas de incremento de ingresos, como puede ser el freno a la disminución de las retenciones al agro comprometidas, dado el nuevo escenario de competitividad.
Hay que tener en claro que la mejora del TCR alcanzada debe sostenerse a lo largo del tiempo y, por eso, debe ser uno de los objetivos prioritarios de la nueva política monetaria. Estas nuevas condiciones para exportadores y empresas que compiten con importaciones permitirán reducir el desbalance comercial externo. También estas juegan a favor de disminuir los gastos en turismo exterior y fomentar el ingreso de turistas a nuestro país.
Si el nuevo nivel del TCR no alcanzara para ir cerrando el déficit externo a la velocidad requerida, el gobierno puede recurrir a instrumentos más heterodoxos como un impuesto al turismo y, en cualquier caso, debe practicar una administración del comercio exterior selectiva e inteligente que implique reducir el gasto de divisas en bienes que se producen localmente, utilizando el sistema actual de licencias no automáticas. También es necesario adosar un esquema que incentive las alicaídas exportaciones industriales con mejoras de los reintegros. De ninguna manera se trata de cerrar la economía con estas políticas sino de administrar inteligentemente los dólares escasos, para no afectar la producción,y tratar de aumentar su oferta genuina vía comercio exterior.
Si, en algún momento, el tipo de cambio sobrerreacionara, ubicandose por encima de lo razonable, se debería restituir transitoriamente un esquema de retenciones a las exportaciones de ciertos comodities.
Una cuestión a reveer es el nivel de la tasa de interés que ha quedado determinada por la necesidad de renovar el stock de Lebacs, transformado en otros de los condicionantes de la política económica. Tal vez haya que desactivar la trampa en la que las Lebacs ha colocado a la economía utilizando mecanismos voluntarios de canje por títulos a más largo plazo que permitan volver a tasas de interés compatibles con la producción. Es necesario restituir de inmediato la línea de financiamiento para la producción MiPYME que el BC había impulsado, en el pasado, a través de los bancos privados y que, incomprensiblemente, desactivó este año. Es urgente proveer liquidez a las PYMES para su capital de trabajo y evitar la ruptura de la cadena de pagos.
El gobierno tiene frente a sí una oportunidad de salir de la crisis cambiaria fortalecido en el mediano plazo. Se trata de apostar a la producción, que en nuestro país tiene una gran fortaleza de recuperación, para generar dólares genuinos del comercio exterior y empleos de calidad y, así, empezar a resolver los problemas que los argentinos enfrentamos.
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